Vivó en la Ciudad de México, tengo 2 hijos, Andrea de 9 años y Ángel de 7 años, mi esposo, Alberto, un amante del arte y de su trabajo, vivimos normal, como cualquier matrimonio, yo dedicada a mi hogar, mis hijos, mi esposo, siempre para ellos.
En las mañana llevo a mis hijos al colegio, regreso a casa, desayuno algo ligero y hago un poco de yoga, aprovechando que mis hijos no están, así pasan todas las mañanas, hasta que el Miércoles, me entero que en la casa de al lado, la han compraron unos recién casados, yo movida por la curiosidad más que por la hospitalidad, voy a saludarlos en la mañana, llego a la puerta, toco el timbre y escucho que dicen “¡voy!”, dejo de tocar el timbre y espero que abran la puerta, era el nuevo vecino, Javier, un hombre alto, cabello negro, barba cerrada, tez blanca y vestía con una camiseta de tirantes, dejando ver un cuerpo atlético, brazos torneados y una cantidad considerable de bellos en el pecho (cosa que en lo personal me fascina en los hombres), saludo con un “hola”, él me contesta de la misma forma, en eso llega su esposa, Lourdes, también alta, cabello negro y muy simpática, les doy la bienvenida al vecindario, ellos me invitan a pasar a la casa, llegamos a la sala, aún desordenada, con cajas en todas partes.
-Creo que vengo en un momento inoportuno- dije –Debí esperar a que ustedes se instalaran bien y ya después venir con mi esposo a darles la bienvenida- sonreí
Los dos me dijeron que no importaba, que ya habían venido los García a presentarse con ellos y seguro que después vendrían los demás vecinos. Me invitaron a sentarme en el sofá individual, recién desempaquetado, mientras ellos se sentaban en un sillón de dos.
-Vecina-dijo Javier- ¿algo de tomar?
-Un café, estaría bien, “Vecino”-dije y sonreí de nuevo, tratando de parecer graciosa la palabra “Vecino”
En eso, él se paró y se dirigió a la cocina, fue ahí donde preste más atención en lo que llevaba puesto, mi mirada recorrió su cuerpo, traía un short corto con unas sandalias de playa, y la camisa de tirantes, el short dejaba ver sus piernas grandes y fuertes, tenía una espalda fuerte y amplia, pero trate de disimular mi mirada, para no parecer muy obvia enfrente de su esposa.
-¿De dónde vienen?-pregunte a mi vecina para tratar de romper el silencio
-De Monterrey, llegamos al lunes, pero nos hospedamos con un tío, mientras nos entregaban la casa, así que ayer nos instalamos aquí.
-¡ah, ok! y ¿por qué dejaron Monterrey?- pregunte, mientras Javier regresaba con tres tazas de café
-Ah, por asuntos de trabajo, decidimos venir a la capital-contesto Javier, mientras depositaba las tazas en una mesa pequeña que se encontraba en el centro.
-¿y en que trabajan?-pregunte de nuevo, pero posando mi mirada en él, mientras se sentaba junto a su esposa.
Al parecer ella advirtió mi mirada, y me dije estúpida por ser tan obvia, así continuo la charla, durante 30 min.
Me despedí de ellos, y los invite esa misma noche a la casa a cenar, ellos aceptaron, entre a mi casa y me enoje conmigo misma, por mi comportamiento enfrente de mis vecinos, pero no podía evitarlo, él tenía algo que mi marido no tenía, algo que me fascinaba, pero trate de borrar ese sentimiento, porque sabía que estaba mal, además tengo hijos y mi marido que los amo demasiado.
En la tarde llegan mis hijos del colegio, les doy una comida leve para matar el hambre, mientras cocino para la cena de la noche, pero mientras hacía todo eso, no podía quitarme de la cabeza a Javier, su sonrisa, sus ojos negros todo él, llegue a pensar en cancelar la cena, por temor a seguir siendo obvia ante él o que él malinterprete mi actuación, aunque deseaba muy a mi pesar que así la malinterpretara.
Alberto, mi marido llego del trabajo, abrazo a mis hijos, les pregunto cómo les fue en su día en el colegio y después los mando a hacer su tarea, mientras me platicaba su día, fue cuando le dije que teníamos nuevos vecinos, él no tomo la invitación con muchas ganas, estaba cansado, pero acepto después de todo.
A las 8, tocaron el timbre, mi marido abrió la puerta y escuche que mi marido preguntaba
-¿ustedes son los nuevos vecinos? ¿no?
Escuche algunas risas y después salí de la cocina, para recibir a los invitados.
Él llevaba un suéter de cuadros azul, debajo una camisa azul y un pantalón de vestir negro, ella un vestido negro y unas zapatillas que me encantaron.
Los invitamos a la sala, estuvimos platicando un rato de cosas de la ciudad, les recomendamos lugares turísticos, hasta que mi marido los invita al comedor.
Ya servida la cena, yo trataba de mirar a mi invitado sin que mi marido, ni Lourdes se den cuenta, mientras cenábamos, ellos platicando de deportes y Lourdes y yo planeando salir de compras mañana, así termino la cena, al cabo de 2 horas y media, ellos se despidieron.
Al irse, Alberto me dijo que le agravada los nuevos vecinos, yo conteste que igual a mí.
-Amor, debemos dormirnos ya- me dijo, él susurrándome al odio, cuando Alberto me hacía así era señal de que quería hacer el amor.
Le sonreí, aceptando la invitación, le dije que en un momento subía.
-Está bien, pero no tardes, porque ya quiero estar contigo- me dijo, soltando una sonrisa cómplice.
Al subir, en lugar de ir al cuarto, me dirigí a baño, para “arreglarme”, cuando al asomarme por mi ventana (la cual me da vista hacia el cuarto principal de la casa vecina) veo como Javier posee a Lourdes por atrás, como la agarra, la empuja en contra de la pared, le toma la cintura y la atrae hacia él, con una fuerza brutal, yo veo todo, desde mi ventana, siento que me mojo, veo sus músculos como se endurecen cada que la empuja a la pared, como su trasero se tensa en cada embestida que le daba a ella, veía como ella disfrutaba, disfrutaba como lo hacía Javier, yo lleve mis dedos a mi sexo y empecé a masturbarme, hasta que escuche que Alberto se acercaba, rápidamente cerré ventana y no lo hice esperar.
Esa noche Alberto, me hizo sentir como nunca, como él siempre me hace sentir, pero algo no estaba bien dentro de mí, anhelaba estar en el lugar de Lourdes y sentir lo que ella sintió aquella noche que mi VECINO LLEGO…
CONTINUARA…..